Mika
Miré con verdadera añoranza la tumba en la que ahora residían mis dos abuelos, la única familia que me quedaba y que ya no estaba conmigo. Cerré los ojos y sonreí levemente al tiempo que recordaba los buenos momentos que había pasado junto a ellos. Por lo menos podía estar segura de que ellos sí que me habían querido...
Abrí los ojos y dejé el ramo de flores que había traído delante de la piedra en la que estaban escritos sus nombres, y tras hacer una inclinación de cabeza mostrando mi respeto me alejé de allí en completo silencio. Había llegado el momento de conocer mi nueva ciudad.
(Continúa en Calles de la ciudad)